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“Vamos en ruta de regular no solo la marihuana, sino todas las drogas”, parece ser la magnífica propuesta de Manuel Granados, líder de la comisión de gobierno de la ALDF.  Legalizar, pues, el aborto, los matrimonios de personas del mismo sexo; legalizar todas las drogas, tal parece ser el quehacer básico de lo que se suele llamar la izquierda.

 

“El gobernante PRD prepara una propuesta para la regularización del cannabis en un país que sufre desde hace años el azote del narcotráfico y que no ha osado contradecir al Gobierno de Estados Unidos. Y las ambiciones van más lejos de la ‘mota’: “Tenemos que regular no solo la marihuana, sino todas las drogas. Vamos en una ruta de regular todas las drogas, en el ámbito de nuestras atribuciones y competencias”, dice Manuel Granados. A estas alturas, más de 100 mil niños asesinados legalmente,  vía el aborto, por su despenalización, parecen no decirnos nada. Ese afán legislador, ¿será lo que necesita nuestra sociedad, nuestros jóvenes y nuestros niños?  ¿El futuro de nuestra Patria?

 

Yo no soy ni de izquierdas ni de derechas porque creo que políticamente no existen. Si buscan el poder no resulta raro ver esas fuerzas trabadas en fuerte alianza, entonces se anulan las diferencias; ni izquierdas ni derechas: el poder y punto. Por ahí anda un artículo mí titulado “ni izquierdas ni derechas”, que me inspiró un artículo de Jorge Edwards, persona sabidora del tema.  Ante una ola gigantesca que amenaza con tragarse todo, – que tal es el mundo de la droga -, la reflexión debe apuntar en otra dirección.

 

La pobreza es un problema más determinante, por ejemplo. En Juárez existen alrededor de un millón 335 mil habitantes, de los cuales 494 mil 726 están en situación de pobreza, con una o varias necesidades: empleo, ingresos, salud, educación, seguridad social, vivienda, infraestructura social básica y/o alimenticia. 33% de la población sufre carencia alimenticia. Esto determina, también, un alto costo en la medicina social por la ingesta de alimentos chatarra y los llamados refrescos que determinan la obesidad, la diabetes y la hipertensión. No es una sociedad que solo tenga hambre, sino que además se alimenta de la peor manera posible. Tenemos el primer lugar mundial en obesidad y en el consumo de esos venenos llamados refrescos. Vemos los problemas que los jóvenes, por ejemplo, de la UACJ, – y el esfuerzo de la universidad para ayudarlos -,  enfrenan para costear sus estudios y al terminar no existen fuentes de trabajo. Al menos, no las necesarias. Contamos por millones los jóvenes mexicanos sin oportunidad de trabajo, de estudio; sin horizontes, pues, por decirlo metafóricamente. La desigualdad, la pobreza, la impotencia, la desesperación, la agonía de los jóvenes en el ámbito rural y la reptante corrupción, dejan un panorama bien sombrío. Familias destrozadas, procreación como fatalidad biológica, abandono, trata de personas, prostitución, pornografía, etc., tal es el panorama y lo único que se nos ocurre es iniciar una llamarada, una guerra intestina, una polarización social, una guerra de papel teñida con los colores del partidismo, con tal de que hablen de mí, aunque sea bien. Y si, ante un panorama así vemos los sueldazos de los líderes de los partidos y adláteres, crece la convicción de que es en  otro punto donde tenemos que poner el acento.

 

No puedo dejar de mirar un panorama más amplio. En esto, como en otros puntos, USA no es un modelo a seguir. La sociedad norteamericana no puede ser calificada como una sociedad perfecta, como un modelo a imitar en todo; en muchas otros muchos aspectos  lo es, en otros muchos, no lo es. Imitemos, en  todo caso, las cosas buenas, su disciplina, el manejo y la funcionalidad de sus universidades, la calidad de muchos de sus deportistas, etc. Me recuerda, esto, aquel momento, cuando México, por copiar a USA, adoptó el sistema federativo; Fray Servando hacía notar a los parlamentarios que no necesitábamos ese sistema, que ellos lo adoptaron porque eran unas colonias separadas,  “colonias” que necesitaban un pacto para unirse y constituir lo más parecido a una nación con identidad. México adoptó el sistema federal que terminó siendo, hasta la fecha, un centralismo perruno.  Y mire lo que dice el furibundo Granados: “Seremos muy respetuosos con las competencias”. Y critica: “Lamentablemente estamos volviendo a un esquema central en la toma de decisiones a través de leyes generales”. “No podemos volver a caer en la trampa del centralismo con fórmulas de leyes generales, atando de manos a las entidades federativas. La única norma a la que estamos limitados para no ir en contra es la Constitución de la República, y los tratados y convenios internacionales”. A esto último no le entendí. “Lo que no sea competencia local, aclara, sus diputados o senadores lo llevarán a sus respectivas cámaras”.  A esto más o menos le entendí.

 

Pienso en otras juventudes, las juventudes suramericanas o europeas. Las  juventudes musulmanas, por ejemplo. Las frustradas juventudes árabes hallan un punto de referencia en la defensa del pueblo sirio, alzado contra el déspota que se sirve de toda clase de armas letales contra su propia población. Allí también el yihadismo encuentra su caldo de cultivo y musulmanes criados en Europa y Norteamérica acuden a defender una causa justa para radicalizarse en contacto con los integrantes de Al Qaeda y asumir su mesianismo suicida. Como declaraba un brigadista voluntario al corresponsal de Le Monde: “mis amigos y yo hemos venido a Damasco para morir. Tras madura reflexión hemos llegado a la conclusión de que hay que luchar aquí y de que no veremos el final de la guerra. Y, como mártires, iremos directamente al paraíso”. A los jóvenes mexicanos basta para contentarlos con abaratarles la droga, ponérselas legalmente al alcance, embrutecerlos legalmente en el DF. ¿Tal es la función de un partido político? Esto, amén del aspecto moral, que es el decisivo.

 

Si el diablo me dijera una verdad, tendría que aceptarla, decía el viejo Obispo  Talamás, recio filósofo neoescolástico. Y he de aceptar yo esta verdad:  El excandidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador, ahora líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), cree que la propuesta de regularización es una “cortina de humo” que tapa otras “prioridades” como la economía, la educación pública o la lucha contra la corrupción. Coincido con AMLO. Pero, ¿cómo se puede jugar con cosas de ese calado con fines meramente políticos? Es el colmo de la perversión de la política. Incluso, a veces me parece ver que ciertos medios electrónicos a nivel nacional, le echan gasolina a la lumbre por eso del rating.

 

A quienes intentan hacer accesible legalmente la muerte a nuestra sociedad, sin hacer el esfuerzo mental suficiente, en el poco probable caso de que estén capacitados para ello, para distinguir entre moralidad y legalidad,  ante la confusión que se provoca, yo, antes que entrar en un debate falso y tendencioso, a quienes busquen de veras la verdad y la vida, los dejo con estas palabras del papa Francisco en el hospital para adictos, en Río:

 

“Abrazar, abrazar. Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados, como San Francisco. Hay muchas situaciones en Brasil, en el mundo, que necesitan atención, cuidado, amor, como la lucha contra la dependencia química. Sin embargo, lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos «mercaderes de muerte» que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor.

 

Pero abrazar no es suficiente. Tendamos la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: «Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres».

 

Queridos amigos, yo diría a cada uno de ustedes, pero especialmente a tantos otros que no han tenido el valor de emprender el mismo camino: «Tú eres el protagonista de la subida, ésta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti». Pero nunca están solos. La Iglesia y muchas personas están con ustedes. Miren con confianza hacia delante, su travesía es larga y fatigosa, pero miren adelante, hay «un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día» (Carta enc. Lumen fidei, 57). Quisiera repetirles a todos ustedes: No se dejen robar la esperanza. No se dejen robar la esperanza. Pero también quiero decir: No robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza”.

Y a los que no han caído en ese infierno, yo les recuerdo las palabras de Pablo: A ustedes que están firmes les digo: tengan cuidada para no caer”.

 

Esto, pues,  mientras otros buscan lo contrario

(Las citas están tomadas  del artículo de Raquel Seco. El País.08.08.13)