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Este domingo celebramos el DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES. Se ha vuelto común en nuestro mundo dedicar un día a un determinado tema con el fin de acrecentar nuestra conciencia al respecto; así tenemos esta misma semana el Día mundial del Cáncer de mama.  La finalidad es generar una conciencia mayor sobre la incidencia de esta enfermedad y tomar todas las medidas preventivas al respecto, reflexionar sobre su incidencia cada vez mayor y la posibilidad de curación si se detecta a tiempo. De la misma manera tenemos el día del agua, el día de la tierra, el día del trabajo, etc., etc.

De igual manera, y no inspirados en esta práctica, la iglesia dedica el tercer o cuarto domingo de octubre a meditar sobre una nota sencillamente esencial sobre la iglesia; digo esencial, porque sin esta nota la iglesia no sería verdaderamente la iglesia que Jesús quiso y fundó: me refiero a la iglesia misionera. La razón de ser de la iglesia, el por qué ella fue instituida por Cristo, es ser portadora y anunciadora del evangelio a través del tiempo y del espacio.  La iglesia hace suyo el grito de San Pablo: ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! Con características propias cada uno de los cuatro evangelios terminan con el envío a la misión universal: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda la creación, hagan discípulos míos a todos los pueblos, enséñeles a guardar lo que yo les he mandado, bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados. Y sepan que Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos. Tal es la misión, el para qué la iglesia ha sido fundada por Cristo.  Su razón de ser más profunda es anunciar el evangelio. Anunciar el evangelio es el mejor servicio que podemos prestar a una sociedad enferma, herida, traumada; esclavizada vulgarmente en el vicio y “aprisionada en la incredulidad”. Este día, Día Mundial de las Misiones todos los católicos debemos pensar que somos la iglesia de Jesús en la medida en que asumimos la responsabilidad del testimonio. No se trata del proselitismo agresivo de las sectas, no se trata de clientelismo, de búsqueda y captación de quienes están existencialmente debilitados y ponen a la venta el alma.  No. Se trata de compartir la fe. BXVI nos ha dicho que la fe se robustece dándola. Compartamos nuestra fe. Seamos testigos en todos los ambientes; transformemos nuestros ambientes y ayudemos a la gran misión universal de la iglesia con nuestra oración, en primer lugar, y con nuestra ayuda económica que es necesaria.

 

1.- La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida. (Mensaje S.S. Francisco. Jornada Mundial de las Misiones 2013)