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MENSAJE DOCTRINAL DE HECH. I

 

 

Un libro para la Pascua.

Durante el tiempo Pascual leemos el libro de los Hechos. Esté libro Pascual nos transmite la formación de las primitivas comunidades, su vida, desarrollo y sus dificultades; nos habla del entusiasmo, la alegría, y dificultades con las que los apóstoles cumplieron la misión de anunciar el mensaje del Señor, comenzando por Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los últimos confines de mundo. (1,8). Es el libro de la misión, el libro que marca, a partir de Pentecostés, el tiempo y la misión de la iglesia.

 

La asamblea eclesial es el lugar existencial, vital (sitz im leben) donde la palabra de Dios es proclamada, acogida, interiorizada y contemplada. No es de extrañar, entonces, que sea el tiempo Litúrgico de la Pascua, el tiempo escogido por la iglesia para proclamar este libro en la asamblea.

 

Ustedes serán testigos míos….!

En hech. 1,8. el Señor resucitado da la encomienda a sus discípulos:   pero ustedes recibirán una fuerza, el Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes para ser testigos míos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los últimos confines del mundo. Estas palabras constituyen el programa literario, según dicen los especialistas, de toda la obra. En la primer obra se nos narra lo que hizo Jesús hasta el momento en que fue llevado al cielo, en la segunda, se nos muestra el camino que la iglesia ha de recorrer bajo la consigna de ser testigo del Señor resucitado, con su palabra y con su ejemplo, dejándose guiar por el Espíritu. Es la efusión del Espíritu, la fuerza de lo Alto, la Promesa del Padre, que de todas estas formas llama Lc.-Hech. al Espíritu Santo, quien echa a andar, quien inaugura el tiempo de la Iglesia. El trabajo y el testimonio de Pedro y los Apóstoles primero, y del Pablo y sus acompañantes, después, así lo demuestra: todo bajo la acción y la guía del Espíritu.

 

Hech. 1,8 está constituido en círculos concéntricos; el trabajo de los apóstoles tendrá que desarrollarse como una onda expansiva: el centro es Jerusalén, luego Judea, después Samaria y luego, hasta los últimos confines del mundo. Es la palabra del Señor, como dicen los Salmos y los profetas, que tendrán que alcanzar los últimos confines en la tierra, las islas remotas, hasta que todos vean la salvación de Dios (Hech. 28,28; cf, Lc. 20,30).

 

Los Hechos.

El libro de los Hechos ha sido definido el “Evangelio del Espíritu”, continuación del “Evangelio de Jesús”, que sería el evangelio según San Lucas. Ambas obras, Lc. y Hech., dedicadas al ilustre amigo Teófilo, han de ser leídas e interpretadas como una sola obra en dos momentos, como los dos movimientos de una única pieza musical que revela la unidad del proyecto salvífico de Dios que se realiza en Jesús y continúa en su Iglesia, comunidad de sus discípulos.

Sin embargo, Hech. no es sólo la continuación histórico-cronológica de las visicitudes de Jesús, relatadas en el Evangelio, sino que también representa el cumplimiento ideal de un proyecto único y unitario que principia a orillas del Jordán y concluye en Roma, el centro del Imperio, de donde parten los caminos que llegarán a los confines del mundo. “La salvación de Dios” prometida por los Profetas se hace experiencia histórica en Jesús de Nazaret, y es propuesta a cada hombre gracias al testimonio de los Enviados, de los cuales Pablo es el representante y modelo.

 

El arco ideal une los dos extremos del camino de la salvación en la historia, en clave geográfica: el inicio en Palestina y la meta final de su curso a través del mundo: Roma. El autor tiene cuidado de establecer explícitamente este arco mediante la cita del mismo texto guía: Is. 40,5s. Todos verán la salvación de Dios. (Lc.3,6 y Hech. 28,28)

 

Al centro están todas las peripecias históricas hechas de encuentros y conflictos, de propuestas y de rechazos. En el encuentro y acogida humana, madura la salvación, don de Dios. En el encuentro y rechazo de los hombres se consuma la ruptura del proyecto divino. Resulta ejemplar al respecto la suerte de los judíos. Son un pueblo con una identidad étnica e histórica propia, pero al mismo tiempo son “el Pueblo de Dios”, el pueblo de Israel, los Hijos de Abraham, los portadores de la promesa y esperanza bíblica. A causa del encuentro y rechazo de Jesús, consumado en la tragedia del Viernes Santo, en Jerusalén, y prolongado en la oposición obstinada al anuncio del Evangelio en Palestina y en las comunidades todas del mundo, los judíos, como entidad histórica e institucional, son puestos fuera del proyecto salvífico. Pablo se encargará de mostrar que Dios es fiel, que cumple su promesa, que Cristo es el sí de Dios, definitivo y total. No se trata de una ruptura sino de una plenitud. Esto no lo entienden los judíos.

 

El autor ha traducido este recorrido salvífico en términos de espacio, usando el modelo bíblico del “viaje” o “camino”, camino de Dios o de la Salvación. No pocas veces, al mensaje cristiano se le llama “camino”. Su avance histórico se desarrolla como un camino ideal que va de Galilea a Jerusalén, y de ahí parte para llegar a todo el mundo.

 

Jerusalén, símbolo de toda la historia bíblica, permanece como el centro, de donde se decide el desarrollo del proyecto salvífico: Jesús llega a Jerusalén, donde es rechazado por los dirigentes. Resucitado, de allí envía testigos al mundo entero.

 

También Pablo realiza su último viaje a la capital judía, donde será confirmado definitivamente el histórico rechazo de Israel. Ahora el Evangelio y la salvación de Dios son ofrecidos a todos los pueblos. (cf. 28,28). Los que están lejos, los herejes, los paganos, encontrando y recibiendo a Jesús y a sus enviados, han encontrado la salvación y forman ahora el pueblo consagrado a Dios.

 

Esta presentación del proyecto de Dios que madura dentro de la historia humana no obedece a un esquema arbitrario o predeterminado. Lucas reflexiona sobre la historia como los antiguos escritores bíblicos y los Profetas, y busca comprender su sentido, no obstante el absurdo y las incongruencias. Lucas conoce el método de la historiografía griega. Es un escándalo el rechazo de Jesús y el Evangelio por parte de los judíos, que han conservado por siglos la fe en el Dios único y en las promesas mesiánicas.- ¿Cómo es posible que un movimiento religioso surgido en el interior del judaísmo de Palestina se haya convertido en patrimonio de un mundo extraño y lejano como el de los paganos?

 

Lucas que oye estas preguntas entre sus cristianos, reconstruye la continuidad, no sólo en el plano histórico de la sucesión de las diversas estapas, sino la continuidad interna del único proceso salvífico de Dios. Son la fidelidad y la iniciativa de Dios, reveladas en Jesús y en el camino de la Iglesia primitiva, las que garantizan la continuidad del proceso salvífico de la historia. Lo que la lectura de Hech. ha de dejar claro es la fidelidad de Dios que realiza, no obstante todas las oposiciones encarnadas de los hombres y visiones distorsionadas de sus discípulos, su proyecto de amor.

 

Pareciera un libro de aventuras, de trances, de viajes, de intrigas, de asesinatos, de escapes, de caminos sin salida que, misteriosamente se abren al final. Un libro intenso. Yo lo leí siendo niño, cruzaría el 5º de primaria, creo, y lo leí como un libro fantástico en donde los personajes libraban su vida por la intervención de ángeles o del mismo Dios. Lo leí como leía las novelas de aventuras de Salgari. Pedro y los Apóstoles, sus oponentes, los enemigos feroces, los reyezuelos, los gobernadores, los soldados, las travesías por mar y por tierra, los naufragios y mordeduras de víboras, etc., todo era fascinante. Fascinante el libro de los Hechos. Pero de tras de esta forma está el proyecto de Dios que se realiza en la historia.

 

MENSAJE DOCTRINAL DE HECH. (II)

 

Podemos decir sin temor, que Hechos es el libro de la misión. Una estupenda técnica narrativa y hábil manejo de las fuentes, por parte del autor, igual que una distribución perfecta del material y de los personajes, nos permiten ver que el tema fundamental es la misión, es el avance de la palabra. El mensaje del Señor cundía y se propagaba, (12,24).

 

Podemos ver cómo en los capítulos 2-5 se desarrolla la misión en Jerusalén, en un ambiente judío conservador, siendo los protagonistas Pedro, Juan y los apóstoles. En ese ambiente se fundan las primeras comunidades y surgen los primeros conflictos.

 

Luego podemos ver en los capítulos del 6-15 la misión y la iglesia fuera de Jerusalén: Samaria y Judea, aparecen los primeros judíos helenistas y los paganos simpatizantes; Esteban y los 7, la misión de Felipe. Los capítulos 7-8 son un período de transición y la superación de la Ley Judía (caps. 11-15).

 

Luego viene la misión de la iglesia fuera de Palestina: Asia Menor y Grecia. Las comunidades comienzan a dispersarse por Europa. El cristianismo irrumpe en el mundo griego. Los personajes son Pablo, Bernabé y todos sus colaboradores. Tenemos las nuevas comunidades y la inserción plena del cristianismo en la cultura griega. (caps. 16-28)

 

Es de notar que el Libro de los Hechos es una “obra inconclusa”, que termina en Roma con el apóstol Pablo que vivió ahí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reinado de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesús Mesías con toda valentía y sin estorbos. (28,30-31)

 

En medio de este entramado encontramos de todo. La Palabra de Dios que se extiende, no obstante todas las dificultades humanas: la comunidad cristiana crece con la adhesión de nuevos creyentes (2,43.47; 4,4; 5,14; 11,21-24; 13,48); la Palabra de Dios se difunde con eficacia por todas partes; (6,7; 11,49; 12,24; 19,20); la iglesia se edifica con la fuerza del Espíritu; (9,31; 16,5). Estas rápidas síntesis como pequeños flashes, muchas veces no más de un renglón, son indicios preciosos que sugieren al lector la realización de un proyecto narrativo mayor y señalan el inicio de una nueva sesión dentro de la obra. Si usted analiza las citas anteriores, verá que tienen la función de una pequeña sutura, unen, terminan o empiezan una unidad nueva que indica el avance de la palabra. Ilustran, pues, cómo la palabra de Dios continúa moviéndose. Pero al mismo tiempo éstos “ritornelos” que dan cohesión y unidad literaria a toda la obra, indica la dirección y las líneas de desarrollo que no son solamente geográficas o cronológicas, sino espirituales y teológicas. Con esto queremos decir que esta técnica literaria estupenda del narrador, sólo sirve para decirnos que la Palabra de Dios iba creciendo y desarrollándose.

 

Estas unidades están dominadas por los personajes específicos. Pedro y los apóstoles lideran la primer parte; de hecho, Josep Rius-Camps, dice que el encargo que Jesús había confiado a los Apóstoles pretendía que éstos fueran, tras la evangelización de Jerusalén, los que extendieran la misión, primero a las dos regiones de Judea y Samaria y después a todas las regiones paganas. El encargo se realiza en su integridad, pero no serán los Apóstoles quienes cumplan la misión. Después de Pentecostés, los Apóstoles se limitarán a dar testimonio en Jerusalén de la muerte y resurrección del Mesías.

 

Pero Dios logrará su objetivo valiéndose de la gran persecución desatada con motivo de la denuncia profética y la muerte testimonial de Esteban: Aquél día se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén. (8,1) La persecución queda circunscrita a la comunidad helenista residente en Jerusalén, según se desprende de lo que dice Lucas a continuación: Todos se dispersaron por las comarcas de Judea y Samaria excepto los apóstoles. (8,1c) Los apóstoles y con ellos la comunidad aramea seguían instalados en Jerusalén, tal como aparece en los demás relatos pertenecientes a la primera parte del Libro de los Hechos.

 

De tal manera, pues, que podemos dividir este libro en dos grandes partes. Luego del capítulo primero que podríamos titular como El anuncio y la espera del evento fundador, y que contiene varios elementos como es un prólogo,(1,1-3), el último coloquio del Resucitado con los suyos (1,4-8), luego la partida de Jesús y la espera de los discípulos (1,9-14) y la reconstrucción del grupo de los doce (1,15-26), tiene lugar la efusión de Espíritu Santo.

 

En el capítulo 2 tenemos el episodio Pentecostal: El nacimiento de la Iglesia (2,1-41): efusión del Espíritu y el discurso de Pedro que lo explica; luego, todas las peripecias que se describen progresivamente hasta llegar al capítulo 12 en el que Pedro desaparece definitivamente de la escena. (12,1-17) Para sacar a Pedro de la escena ha de notarse la técnica que emplea el narrador. A continuación salió (Pedro) y se fue a otro lugar. (12,17c). No se dice ni a dónde se fue ni qué sucedió con él. Sencillamente desaparece, como el personaje de un filme cuyo rol termina y es sacado de escena.

 

Y si usted se fija, tras el episodio de la extraña muerte de Herodes, en 12,24 podemos leer: El mensaje del Señor cundía y se propagaba. Cumplido su servicio en Jerusalén, se volvieron Bernabé y Saulo llevándose con ellos a Juan Marcos. Uniendo los dos episodios podemos apreciar claramente la sutura: termina una etapa y su personaje principal, luego, comienza la segunda y última etapa y el personaje que llevará la misión hasta el final. En medio de estas grandes unidades vamos a encontrar de todo, fundamentalmente las inmensas dificultades para que el evangelio avance, dificultades que provienen tanto de dentro, como de fuera; dificultades debidas a disensiones y pleitos, a envidias y rivalidades, a parcializaciones, a dificultades para dejarse mover hacia la novedad, inercias, el problema de los judaizantes, el problema de los paganos convertidos, y por otra parte, la oposición franca y feroz, principalmente de la Sinagoga, contando también con las decisiones de los Apóstoles que no siempre coincidían con la voluntad del Espíritu. Todo esto amenazaba con hundir la empresa. Solamente la presencia y fuerza del Espíritu la lleva adelante. Esta sería una pequeña pista para leer el Libro de los Hechos.