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El Apocalipsis y la historia.

También el Ap. se pone de moda en los momentos calamitosos. Es más, el Ap. es una visión de la historia desde la fe en Cristo resucitado. No de una contingencia o catástrofe cualesquiera que se repiten siempre,  sino del misterio que plantea la historia. Tácito, que sabía mucho al respecto, decía: “no sé si los acontecimientos se desarrollan por una extraña necesidad o por una fatalidad”. (Aut ex necesitate out ex Fatone). Tácito llama a la historia “res mortalium”, cosa de los mortales. ¿Qué hay detrás de la pandemia y qué significa? ¿Qué revela, qué está detrás del desastre que la sigue y será más duradero? ¿Es solo una triste fatalidad?

El sesgo que han tomado los acontecimientos nos obliga a plantearnos el problema también desde Dios. ¿Dónde está Dios en esta o aquella estupidez en que la historia se resuelve tantas veces? Dios no puede estar callado, oculto en su silencio eterno. La respuesta no es fácil, por ningún lado y peor aún, no es halagüeña. ¡Cuánta gente en estos días se ha hecho la pregunta con dolor y ansiedad! Pero la búsqueda de Dios se hace intensa. Y es que los horizontes parecen cerrados.

En el fondo se trata de dar respuesta al problema de la historia; y la historia también es mi historia. “Es imprescindible al hombre de nuestros días ahondar en nuevas reflexiones sobre la naturaleza de la historia. Se trata de su propia historia y da la impresión de que se le va escabullendo”, afirma Heinrich Schlier. La naturaleza histórica de nuestra era no se agota definiéndola como la “era nuclear o tecnológica”, hay que decir que es la era de la deshumanización y desvalorización de la vida, de la cultura de la muerte, y que muchos de sus logros fantásticos no están precisamente, ni exclusivamente, al servicio de la vida.

Los esquemas de inteligibilidad cristiana de la historia están contenidos en el Ap. “Ateniéndonos al Ap, afirma Schlier, la revelación de la historia es horripilante. El Vidente ve que la historia, considerada en su totalidad a partir de su espíritu más íntimo, se opone con todas sus fuerzas a que Jesucristo y en él a que el amor de Dios salgan victoriosos, se ve una historia que bajo distintas catástrofes terribles, va construyendo, poniendo como base su abismo, un reino político y espiritual contrario al de Dios y Cristo”. Tal es el misterio terrible de la historia. 

Se trabaja con una simbología compleja. Los jinetes del Apocalipsis cabalgan triunfantes, ellos representan la guerra, el hambre, la peste y la muerte, y recorren la tierra, (ver, Ap.6, 3-8); luego, más adelante, aparece otro símbolo: la “caballería infernal” desatada para “matar a la tercera parte de la humanidad”, lo desconcertante es que esos ángeles de la destrucción tienen permiso para realizar su tarea terrible. (ver.Ap. 9,13-21). “Les dieron potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, hambre y epidemias y con fieras salvajes”. Se trata de las fuerzas del mal desatadas y actuantes que se mueven al interno de la historia; el creyente tiene que contar con esta realidad. Se trata de hechos «que tienen que suceder. (4.4).

El poder político, que se absolutiza y se hace adorar, intenta suplantar a Dios, dictando las formas de convivencia de los hombres, y es representado por una bestia, que recibe “poder, trono y una autoridad muy grande”; ésta tiene a su servicio otra bestia capaz de engañar  y realizar signos prodigiosos y que logra seducir a gran parte de la humanidad, y que todos adoren a la primera bestia; es la propaganda, es el “falso profeta”. Sin Goebbels, poco hubiera logrado Hitler. Los magnates de la tierra y los comerciantes, los que lleven la marca de la fiera, los que rindan homenaje a la fiera, serán los únicos que podrán hacer negocios. Es el mal que hace alianzas, se hace compacto y tiene una enorme capacidad de acción y tiene períodos de especial virulencia. De esta forma la historia se torna ininteligible, «es un libro sellado con siete sellos» que nadie, ni en el cielo, ni en la tierra ni en los infiernos podrá abrir, ni siquiera examinar. La historia es ese libro absolutamente sellado y se convierte en misterio insoluble, como lo reconocía Tácito. La perspectiva, pues, no es halagüeña.

La solución tal vez no nos parezca buena. La tesis del Ap. es que Jesucristo Glorioso es el único que puede descifrar el sentido de la historia, “abrir el libro”; no hay ni hombre, ni héroe, ni ángel, ni demonio capaz de hacer hablar a la historia. Sólo Jesucristo, vencedor de la muerte y del mal en sus propias raíces, es capaz de “botar los sellos y abrir el libro”, sólo él es el que descifra el misterio de la historia. Esto queda de manifiesto en el hecho de que el mal, según el Ap., actúa siempre con “un permiso de tiempo limitado”. Por ello el creyente es invitado a correr el riesgo de la confianza. Y de la paciencia. Esto será posible, sólo, avivando el sentido de Dios; no podrá hacerse ideas fáciles y románticas sobre los acontecimientos; sólo dejándose arrastrar por el Espíritu de la verdad comprenderá el sentido de su existencia, de la existencia de los demás, y el significado de los hechos con que se va enfrentando, y colocarse, así, cristianamente en la historia para hacer las opciones operativas acertadas.

La pandemia que nos azota es una cosa. Pero la imprevisión, el enfrentamiento a mitad del río, la incapacidad para consumar la unidad y la opacidad en el manejo de los recursos, de por sí escasos, demuestra algo que va más allá del virus.

El filósofo Flores D’Arcais, a pregunta explícita habla de la lentitud fatal de los gobiernos: “Según pasaba el tiempo tuve la sensación de que todas las medidas generalmente se tomaban como mínimo con una semana de antelación respecto a los datos que ya había, en documentos del instituto de sanidad. Y luego he visto, que, en otros países, en Francia, en España, no se ha aprovechado la experiencia del retraso en Italia, y han tenido retrasos aún mayores. Ya a mitad de febrero debía ser evidente a las autoridades que había un riesgo de pandemia, que la difusión mundial era casi segura. Y a finales de febrero ya había informes de la OMS que pedían las medidas que ahora son tomadas en todas partes”. Y de Trump, dice: “Por desgracia el elector no se comporta de forma lógica. Trump, que tiene ante la epidemia la actitud más demente, crece en los sondeos. No podemos decir si la gente se hará mejor. Quien tiene el poder debe cambiar las políticas. Quien tenga un mínimo de influencia pública debe empujar en esta dirección. Necesitaremos transparencia, es otra cuestión crucial”.

Pero no vayamos tan lejos. Aquí, lea y dele vueltas a esta nota: “Paga la IP mil mdp ¡por mes! Al IMSS”. Y al IMSS por desgracia no es recomendable ir. ¿dónde está ese dinero? ¿qué se hace con él? ¿Por qué es símbolo de ineficiencia? Hablo de la institución, no del personal  heroico que trabaja a mano pelona. Definitivamente, por desgracia el elector no se comporta de forma lógica.

Entones la visión de la historia en el Ap. reviste el carácter de una realidad sin esquemas de inteligibilidad. Es la locura de los emperadores romanos y los dictadores del s. XX, y de los poderes estatales que se absolutizan para sustituir a Dios.

En una entrevista a Vargas Llosa, hecha esta semana, dice. “Sin ninguna duda. Nosotros teníamos la impresión de que con el progreso y la modernidad habíamos dominado la naturaleza. ¡Pues no! Una gran idiotez. La prueba es que esto nos ha pillado por sorpresa prácticamente a todos los países. Ninguno estaba preparado para un desafío así. Un chino se come un murciélago y eso provoca una pandemia que aterroriza al mundo. Ningún país estaba preparado para un desafío semejante. Esto significa lo relativo que es el progreso, cómo podemos llevarnos sorpresas muy desagradables con esa confianza. Y una de las lecciones que hay que sacar es que tenemos que estar mejor preparados para lo imprevisible”. Los artistas perciben mejor que los filósofos.

Esta pandemia no lo es, pero cómo se parece a una guerra bacteriológica. Ese es el misterio de la historia. O la galería de estupidez humana. Los chinos compraron barato y venden caro.

Una ventaja de la cuarentena es que se puede utilizar para renovar las ideas. Hacer limpieza mental y pensar cómo vivir en un mundo alterado, que ya no será el mismo, es la tarea que nos corresponde ahora. Para quienes no estamos sirviendo en primera línea, esto debería bastarnos mientras dure el confinamiento”, ha escrito John Gray, de The London School of Economics.

Es la historia.