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La visión esclarecida y profética de A. Camus que contemplando el colapso de la Europa de postguerra, afirmaba: “Lejos de esta fuente de vida, en todo caso, Europa y la revolución se consumen en una convulsión espectacular”. (El hombre rebelde). El panorama contemporáneo no es más halagüeño; los Jinetes del Apocalipsis recorren el mundo con su cauda funesta: hambre, enfermedad, guerra, muerte.  Mucho bien tiene que haber en el mundo, para que, no obstante, continúe. Pero la “superficialidad metafísica” con la que se está asumiendo nuestra historia es escalofriante.

+ La violencia devora México: 11 asesinatos en 24 horas en Zacatecas y Guerrero. La policía encuentra seis cadáveres con rastros de tortura en una cuneta de Zacatecas y cinco cuerpos, tres de ellos decapitados, en un taxi abandonado en Guerrero….

+ Mujeres y niñas como botín de guerra: Ucrania denuncia violaciones por soldados rusos en zonas ocupadas. El alcalde de Bucha confirma que las fuerzas de Moscú abusaron sexualmente de 25 niñas y adolescentes durante un mes en un sótano de la localidad ucrania. Así en la II guerra mundial: las mujeres alemanas fueron botín de guerra.

+ Biden acusa a Putin de cometer un genocidio para erradicar “la posibilidad misma de ser ucranio”. La Casa Blanca endurece su mensaje tras las matanzas de Bucha y Kramatorsk, aunque el mandatario subraya que deberán ser los juristas quienes determinen la acusación

+ La ONU insta a México a abandonar “de inmediato” la militarización de la seguridad pública. El comité de expertos independientes que visitó el país para documentar la situación de las desapariciones forzadas cree que la estrategia para combatir la delincuencia ha sido “insuficiente e inadecuada”. AMLO dijo que no es cierto.

+Nueva matanza en México: una niña y dos mujeres acribilladas en una carretera, el miércoles.

Y nuestra pregunta acusadora se dirige a los políticos que se han adueñado. de nuestro mundo, pontífices sumos de una nueva religión: ¿por qué las cosas tienen que ser así? Volvamos a Camus. “En la cumbre de la tragedia contemporánea, entramos entonces en la familiaridad con el crimen. Las fuentes de la vida y la creación parecen secas”. (¡Frase Admirable!). “El miedo petrifica al mundo poblado de fantasmas y de máquinas. Nos encontramos en medio de hecatombes. Se instalan los patíbulos en los fondos de los sótanos. Torturadores humanistas celebran en ellos un nuevo culto en silencio. ¿Qué grito lograría turbarlos?”. Ahí está el mundo de la tortura; supimos en los vuelos y cárceles secretos de la CIA, con la complicidad de la civilizada Europa, Guantánamo, las dictaduras Sudamericanas o el secuestro en México.

Rebeldes sin causa, era un calificativo en boga a principio de los 60´s.  Nuestros criminales ya no son aquellos jovenzuelos desarmados que invocaban un ideal. Por el contrario, son adultos, y su cuartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para transformar a los criminales en jueces. Estamos en el momento en el que, falto de carácter, corre el criminal a procurarse una doctrina, desde el instante en que se razona el crimen, prolifera como la razón misma, toma toda la figura del silogismo y de los procesos de justificación. “De solitario que era, el crimen, como el grito, se ha hecho universal como la ciencia”. Y la zona se desestabiliza, el crimen se hace forma de solución. Y la mentira cunde.

Hay una atmósfera que puede hacer posible semejante aberración. Camus la describe genialmente: “Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, y si no podemos afirmar ningún valor, todo es posible y nada tiene importancia. Sin pros ni contras, el asesino no tiene culpa ni razón. Se pueden atizar los hornos crematorios del mismo modo que cabe dedicarse a cuidar leprosos, maldad y virtud son azar y capricho”. Quitemos ese dador de sentido, que llamamos Dios, y queda el mundo que describe Camus. Entonces podemos escuchar en nuestras plazas el grito de opciones políticas que quieren fundamentarse en el sólido terreno de la violencia; ¿pretexto? Cualquiera. El petróleo, las elecciones, la reforma del Estado, la corrupción, siempre la de los otros, en fin, todo, absolutamente todo, sirve de combustible para encender la violencia. El dictador sabe que la polarización es su escondite. De tal manera que la violencia no es sólo aquella que deriva de lo estrictamente criminal, aunque toda violencia sea criminal; la violencia está en el discurso, está en el lenguaje, está en la relación familiar, está en las relaciones del barrio, está en la conducción del automóvil. Está “en la religión del automóvil”, (A. Husley).

Se pueden atizar los hornos crematorios o se pueden realizar las ejecuciones que vemos en todo México. Representan un absurdo, un vacío existencial, un nihilismo práctico, un desprecio total de la vida. Crisis de trascendencia.  Solamente así se puede explicar la frialdad del llamado crimen organizado, su desprecio, su burla, su patética opción decidida por la muerte, el escarmiento social procurado. Y la razón para ello son los dólares manchados de sangre; son el resultado final de una actividad de muerte, de miles y miles de hombres y mujeres que han caído en la telaraña. Y el mundo se complica porque una cosa exige otra, porque para continuar con el comercio de la muerte se requieren consumidores, armas y se requiere pervertir el sentido mismo de los principios más elementales sobre los que descansa una sociedad. De aquí para allá, el veneno, de allá para acá, los dólares sangrientos y las armas que siembran muerte, horror y absurdo.

“En los tiempos antiguos la sangre del crimen provocaba al menos un horror sagrado; santificaba así el precio de la vida. La verdadera condena de esta época es hacer pensar, por el contrario, que no es una época bastante sangrienta. La sangre ya no es visible; no salpica bastante arriba el rostro de nuestros fariseos. He aquí lo extremo del nihilismo. Aviene la masacre y hay tiempo de limpiar y echar la sangre al drenaje. El crimen ciego y furioso se convierte en un oasis y el criminal imbécil parece refrescante al lado de nuestros inteligentísimos verdugos”. De esta manera el asesino, el sicario frío, calculador, preciso, el que lo imita en el mundo pobre de la pandilla o del barrio, se condena así mismo. No lo sabe, pero su actitud confunde en la misma rabia a creador y criaturas. Suprimiendo todo principio de esperanza, rechaza todo límite y, en la ceguera de una indignación que no distingue ni siquiera las razones por las que debe actuar así, acaba juzgando que es indiferente matar lo que ya está destinado a la muerte. Esa sombría realidad que describe Camus es la que nos invade. No los crímenes de alto impacto, resultado final de una opción incomprensible, sino todo el mundo delincuencial, los miles accidentes automovilísticos en nuestra ciudad, el abuso de los niños, su abandono, su sufrimiento, todo este mundo necesita una puerta para salir del círculo maldito de la muerte. 

Y la muerte, la verdadera muerte, es primeramente una muerte espiritual. Y esta presagia la muerte definitiva, la segunda muerte que dice el Apocalipsis. Y de esto es lo que tenemos que hablar y no hablamos. Muchos de los que mueren a consecuencia de sus opciones equivocadas ya están espiritualmente muertos; los ejecutores sumarios, los asesinos a sueldo, ya están muertos desde antes. Y en medio, una sociedad amedrentada.

Entonces, sobre una visión tan sombría como real, resuena poderosa la frase de Jesús: “¡Yo soy la Resurrección y la vida! El que cree en mí, aunque muera vivirá”. La verdadera muerte es la lejanía de Dios; donde Dios está no está la muerte. Pablo dirá explícitamente que “por el hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado, la muerte”.  De tal manera que la muerte, esa muerte que invade nuestras calles, es el rechazo del proyecto que Dios ha realizado en Jesucristo; tal es el pecado y la muerte del hombre.  La muerte natural, como final de toda vida, no es el problema, sino la muerte como resultado del pecado del hombre.

En definitiva, “El hombre rebelde es un tratado de Camus sobre la rebeldía, o sobre cómo y por qué a lo largo de la historia el hombre se levanta contra Dios y contra su amo. Publicado en 1951, examina tanto la rebeldía como la revuelta, que para Camus deben ser vistas como un mismo fenómeno manifestado en el ámbito personal y social respectivamente”. “La honradez desperada”, así fue Camus. No llega a la oscura negación blasfema de Nietzsche. En el fondo, una nostalgia de Dios.

Oigamos ahora a S. Agustín, eterno existencialista cristiano: “La muerte es un enfermedad que contrajimos al nacer. Vivimos en adelante en la esperanza de la resurrección. Lo que ya se ha realizado es mucho más increíble: Dios ha muerto por los hombres. Así pudo dar su vida a los mortales: y hará que más tarde tengan parte en su vida aquellos de cuya condición mortal él primero se había hecho partícipe. Pues nosotros, por naturaleza, no teníamos posibilidad de vivir, ni él por la suya, posibilidad de morir. Él hizo pues con nosotros este admirable intercambio, tomó de nuestra naturaleza la condición mortal y nos dio de la suya la posibilidad de vivir. ¿Por qué vacila todavía la fragilidad humana en creer que un día será realidad el que los hombres vivan con Dios?”  ¡Felices pascuas de resurrección!