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Todo mientras el balón rueda que rueda. Y está bien que el viejo exsacerdote, superpreparado en ciencias teológicas, Juan Arias, director de El País en lengua portuguesa, nos hable de desastre futbolero de este martes. Todo en torno a un balón. “El Brasil del fútbol, dice Arias, se apagó entre millones de lágrimas, pero este país es hoy más que la alegría de un balón marcando goles. Brasil, tiempo atrás, en una tarde aciaga como esta en la que escribo, más negra quizás que la del maracanazo de 1950, hubiese sido un país en total depresión. Hoy puede quizás estar indignado con Scolari o rabioso contra el que dejó a Neymar fuera de la Copa, pero los brasileños no se tirarán esta noche por la ventana”. Sin embargo, si es cierto lo que afirmaba Sartre, que el futbol es metáfora de la vida, tenemos que decir que el juego del martes revela la salud  de la sociedad de los países contendientes. Conocemos la situación social de Brasil y de los países del área y la situación social, política y económica de Alemania. Fuerte, ¡como  para expulsar espías gringos! Alemania, a lo que creo, no vende jugadores, no son un negocio “preponderante”, más bien, ha concentrado su selección por algunos años. Esto hace la diferencia. Explicaciones irán y vendrán,  Scolari ha dicho que poco hubiera significado la presencia de Neymar en el partido fatídico. En realidad, mientras el balón gira que gira, quien está temblando es la dama de prominentes mejillas, – vulgo, cachetes -,  Dilma Rousseff, que pensaba apoyarse en el balón para buscar  la reelección; y, a no ser que las convicciones y la memoria de los brasileros sean como la de los coahuilenses, doña Dilma no la hace. A pesar de los improperios que el respetable le espetó el día de la apertura, en pleno mundial y plenas protestas, lanzó su candidatura.  Ambición o piel de rinoceronte.

Las graves protestas anteriores al mundial se van a recrudecer y la situación social se va complicar demasiado. El circo, que ya no hay pan, hay que conformarse con el circo, cumple la función de distraer, de hacer olvidar, aunque sea por momentos, la cruda realidad. Para los países de América Latina, la situación económico-social, no es, para nada, la mejor, los brasileños pusieron de manifiesto, antes del mundial, la corrupción y el dispendio del gobierno, en contraste con la pobreza, el hambre, la miseria que priva, denunciaron el contraste entre el despilfarro y la situación social. Pero el espectáculo lo monta la fifa y, el show tiene que llevarse hasta el final. Y este organismo también resulta salpicado. Pero que ruede el balón.

Uno de los jugadores brasileros, llorando decía que su intención era dar alegría al pueblo y que continuaría luchando para dar esa alegría, la alegría de un triunfo futbolero, lo que él sabe hacer. Frustración pura. Pero es un hecho social de primera importancia. Scolari ha asumida la responsabilidad “histórica”, casi con el mismo sentido trágico de Eisenhower el día D.  Dice Arias: “Y si hubiese sido cierto, que no lo fue, que la derrota tuvo su origen en la ausencia de Neymar, Brasil debería recordar las palabras de Bernard Shaw: “Desgraciados los pueblos que necesitan de héroes”. Se refería a los que siguen colocando su fe en sus caudillos más que en la fuerza y creatividad de su gente, de los no héroes, o mejor de los héroes anónimos, los que se forjan en la lucha dura de lo cotidiano, los que sostienen sobre sus espaldas, con su trabajo, el peso de la nación”. Y esta es una verdad del tamaño del mundo.

Detrás del deporte, por desgracia, también hay corrupción, en todos los sentidos. Demasiado dinero para ser deporte, demasiados intereses ajenos, oportunismos, cálculos deshonestos; el negocio mediático y el pragmatismo político. Los héroes  anónimos, los que trabajan por un sueldo miserable, los franeleros innumerables, pero dando gracias al cielo por tener aunque sea eso; los migrantes, los que han de abandonar familia y tierra por el hambre y la violencia, el mundo obrero callado, el mundo olvidado de los campesinos, todos los trabajadores informales, que son mayoría, héroes de la sobrevivencia, esos no aparecen en el mapa. El infierno de los niños migrantes que, ahora resulta, nos era desconocido, cuando cruzan dos mil kilómetros a lomo de  “bestia”. Todo mientras el balón gira que gira.

Mientras el balón rueda, el escándalo global de los niños migrantes ha tambaleado al mismo Obama. Hace 13 años la cantidad de niños dispuestos a enfrentar una situación así no superaba un promedio de 6,700 al año. Las modestas proyecciones del Gobierno para este año bordean los 60,000. Entre octubre de 2013 y mayo de 2014 la Patrulla Fronteriza ya ha detenido a 46,188 menores de 17 años.

El senador republicano de Texas John Cornyn, ha lamentado: “Estuve con el presidente en Texas luego de la matanza de Fort Hood en 2009 y este año. He estado con el mandatario en el funeral de los rescatistas, luego de la explosión en West. Es desconcertante ver su obstinación, ver que se niega a visitar el Valle de Río Grande y ser testigo de la crisis humanitaria con sus propios ojos”. Sin duda, Texas es el estado donde la crisis ha alcanzado su clímax, el lugar donde se ha concentrado el ingreso de familias y niños no acompañados provenientes de El Salvador, Honduras, Guatemala y México, que para finales de 2014 alcanzarán los 90,000, según estimaciones gubernamentales. Nuestros países viven, en gran parte, de las remesas, y las instituciones de trasferencias se quedan con buena tajada de ese sudor. Este sí es el virus del dolor.

Hoy es urgente y comprensible atender las consecuencias de esta emergencia. Lo lamentable será que lo urgente oculte lo trascendente y no considerar que debe haber una política de Estado y sociedad para romper las causas de la expulsión. La etapa de “modernidad” de país marcada por el neoliberalismo prueba ser inviable para la mayoría, aunque sea rentable para una élite. Estados Unidos, patrocinador de este modelo, también debiera reflexionar al respecto puesto que las consecuencias de su inequidad se le han tornado un problema de seguridad nacional. Su frontera con México cada vez es más vigilada, pero eso no evita que cada vez sea más porosa, incluso para niños. Ahora, Ecuador reabre el caso Noemi que se “suicidó” en un albergue y las autoridades respectivas, aquí, dicen que, simplemente, no saben nada. ¿Dónde están los celosos defensores de los niños? Niños que allanan un restaurant o huyen de su casa por maltrato.

El deporte es sano y hermoso, es un gran espectáculo digno de disfrutarse; lo que lo pervierte es convertirlo en un medio de enajenación. Ojala que México también reaccione ante el fracaso histórico del futbol nacional. Un club nacional, León por ejemplo, puede tener más recursos económicos que Costa Rica para su selección, que hizo el mejor papel. Pero el papel de México en esas justas ha sido más que mediocre, históricamente. Hoy Brasil se está descubriendo a sí mismo como una sociedad más exigente, dice Arias, que se despertó hace poco más de un año exigiendo una vida mejor para todos. Esta sociedad es cada vez más madura porque se ha hecho más crítica y rebelde, cada vez más fuerte porque empieza a creer en la eficacia del trabajo realizado con la suma de la creatividad de todos. Y tendrá que ser ahora un protagonista imprescindible en las decisiones que atañen a ella y al futuro de sus hijos en vez de delegarlo en manos de sus caudillos. Ojala que en México, por su futbol llanero y por muchas cosas peores, – ¿cuantos mexicanos  entienden  eso de nueva ley de telecomunicaciones y eso de “preponderante”? Lea: Molinar; el fracaso del manipulador, de Riva Palacio. (El Diario) –, se asuma una actitud crítica ante el despilfarro, la ineptitud y la corrupción.

Las victorias de los nuevos Mundiales sociales y políticos, que deberá disputar toda la sociedad, serán los que pondrán a Brasil, y toda Latinoamérica, en los raíles de la verdadera modernidad.  “Una modernidad en la que todos los ciudadanos, y no sólo una minoría privilegiada, sean quienes ganen el trofeo del bienestar, hoy aún en manos de una minoría que disfruta muchas veces a costa de mantener la pobreza de la mayoría como un fatal destino”, concluye Arias. No cabe duda, el futbol es una metáfora de la vida. Nosotros, con o sin mundial, no entendemos, o no queremos entender o no nos importa, o es inexplicable, lo que hacen y deshacen los Poderes de la Unión y sus adláteres.

Demasiadas cosas están sucediendo mientras el balón rueda que rueda. Julio César – ¡Vaya nombrecito! – el portero brasilero, ha acuñado una frase de Perogrullo, de primer nivel: ¡qué difícil explicar lo inexplicable! Lo inexplicable no lo  podemos explicar, de lo contrario dejaría de ser inexplicable; o bien, convertimos en inexplicable lo que no queremos o no podemos explicar, pero que tiene explicación; o verdaderamente es inexplicable. Pero, lo que sucedió en Brasil, ¿es inexplicable? ¡Pero cuántas cosas resultan inexplicables en nuestra vida social! Como se explica levantar una carpeta asfáltica puesta hace unos meses con un costo, creo, de 100 millones, millones, ahora, materialmente tirados a la basura. Ahora sí, que alguien me explique. Que alguien nos explique por qué los juarenses hemos pagado millones por tratar el agua y solo se aprovecha el 4%. Por 10 años cobraron el servicio de saneamiento que no existía, según nota de El Diario. Pero estas cosas no caen dentro de la categoría de lo  inexplicable, por el contrario, son perfectamente explicables. Y el balón sigue rodando.

“Los brasileños deberán ser ahora capaces de ver en esta derrota la luz al final de un túnel para hacer de este maravilloso país no sólo el salón del fútbol mundial sino una oportunidad de bienestar y justicia para todos, donde el fútbol, como en los países ya desarrollados, pueda ser sólo un juego que a veces nos hace tocar el cielo y otras nos devuelve tristes a la vida real que es la que cuenta. Una vida real con la que los brasileños tendrán que saldar cuentas además de intentar curar la herida en carne viva dejada por algo que ha definido comiéndose las lágrimas el portero brasileño, Julio César, al final de la derrota: “Es difícil explicar lo inexplicable”.

Argentina, ahora es finalista, finalista de mínimos. Juego monótono y aburrido; una defensa a ultranza, a costa del espectáculo; todos, salvo el portero, en la defensa; que no me metan goles, aunque yo tampoco. Le apuesto a los penales. Impotencia y desvergüenza. Falta de pundonor.  Poco importa; cada quien su juego.  Y mientras el balón rueda, el gobierno de Argentina mantiene una lucha contra reloj para no volver a caer en una cesación de pagos, (vulgo: debo no niego; pago, no tengo), como en el 2002, en una negociación con los «holdouts», o bonos especulativos que continuará este viernes por el pago de ¡1.5 mil millones de dólares! entre capital e intereses. ¿Es inexplicable? Esto en un país privilegiado por su gente y la belleza de sus escenarios naturales, por su turismo y su gastronomía. Un país basto y con unos 37 millones de habitantes. (En el DF y zona conurbada, se los completamos). Se recordará el “corralito”; y la dinastía Kirchner, y antecesores, tienen mucho qué explicar. ¡Ah!, porque no es inexplicable. Pero hay que patear el balón.

Este mundial ha evidenciado los problemas globales cuya  solución está prendida con alfileres. Metáfora de la vida, pasión inútil, como el hombre. Cuando lea el presente, tal vez, Alemania sea campeón. Si Messi no hace una genialidad. Después de todo, a veces no nos queda más que el caudillo.  Hay que disfrutarlo con una buena cerveza, Schaetzbier, o en su defecto con una Flensburger Dunkel o Paulaner Dunkel. O con lo que el país produce, pues. El balón también se habrá detenido.  Buen domingo!

 

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