[ A+ ] /[ A- ]

 

Ser en el tiempo, suena más a filosofía de escuela. En cambio, el tiempo padecido es  lección, dura  lección sobre nuestra verdadera naturaleza, que es paso, tránsito, fuga; y  es mejor organizar nuestra vida desde esta perspectiva.  Fuga tempórum, dice el poeta latino.  Dios perdona, el tiempo, no.  Y en él nos vamos diluyendo; en él tenemos que organizar, también, nuestra existencia, por demás, breve, siempre atentos a su naturaleza huidiza. Luchar contra el tiempo, es luchar contra Dios. Siempre habrá más tiempo que vida porque la vida se acaba. Sabia virtud de conocer el tiempo. Existen ladrones de tiempo y, también, “la dicha inicua de perder el tiempo”, que es tanto como perder la vida, fragmentándola. Ya no es la vida como totalidad, única forma sabia de vivirla. En el momento en que experiencia y reflexión se constituyen en fuente de conocimiento y enseñanza, se siembra la semilla del discernimiento. Si, a esto se refería Heidegger, estamos de acuerdo.

 

La Sabiduría es el arte del discernimiento. ¿Cuál es el momento exacto, el momento oportuno, para las grandes decisiones que reorientan la vida? El ejemplo de BXVI, renunciando al pontificado, y enseñándonos que persona y pontificado no coinciden, que no son lo mismo, que el papa termina, por muerte o por renuncia, y el “oficio petrino” continúa, que la misión de la iglesia sigue en el tiempo y  en el espacio, ha dado ya frutos. El último es la abdicación de D. Juan Carlos. Sabia virtud de conocer el tiempo. BVXI adujo que sus “fuerzas van disminuyendo por la edad y ya no me permiten desempeñar el oficio petrino. Para  gobernar la barca de Pedro y anunciar el evangelio son necesarias las fuerzas de cuerpo y del espíritu”, dijo. El rey adujo, mejor, la necesidad de un relevo generacional. “Una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista. Y, refiriéndose al príncipe, dijo: “tiene la madurez, la preparación y el sentido de responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la jefatura del Estado”. El tiempo pasa y nosotros con él. En todo caso, en el momento nuestro hay que hacer las cosas lo mejor que se pueda para ver el pasado con cierto orgullo y el futuro con tranquilidad; amar a tiempo y desligarse a tiempo.  Otros que escriban sobre la significación histórica y política de D. Juan Carlos, que juzguen sobre su reinado, etc., etc.; incluso, que hablen de la instauración de la república.  Algo he dicho al respecto en mi artículo sobre Adolfo Suárez. Yo prefiero fijarme en el hecho en sí, en la actitud del hombre. La Sabiduría, siempre un don divino, que nos guía en la toma de decisiones es la que debe resplandecer.

 

Salomón, el rey joven y sabio, pide a Dios como único regalo el día de su coronación, el don de la sabiduría que le permita distinguir el bien del mal a fin de poder desempeñar el oficio real: «Dame la Sabiduría asistente de tu trono porque soy un  hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes. Aunque uno sea perfecto entre los hombres, sin la Sabiduría que procede de ti seré estimado en nada. Mándala desde tus altos cielos para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Ella me guiará prudentemente en mis obras y me guardará en su esplendor».  Así se expresa el joven rey Salomón.

 

Era evidente para todos el deterioro físico de D. Juan Carlos, aunque no lo haya aducido como causal; siete intervenciones quirúrgicas; también la problemática en que se vio envuelta la Casa Real, incluidos el yerno y los elefantes.  Todo esto es cierto. También es cierto que había una relativa recuperación física y las últimas semanas estuvieron marcadas por una apretada agenda internacional que lo llevó a visitar los países del Golfo y sentar la marca “España” en la zona. El país está en paz y con tímidos índices de recuperación, ¿no será el momento propicio para abdicar?  La Sabiduría es el arte del discernimiento. ¿Qué, cómo, cuándo?, suelen ser preguntas muy difíciles en las encrucijadas de la vida  y  exigen la máxima capacidad de discernimiento.  Un caso sobre el cual debemos de volver  al respecto, es BXVI. Claro, aquí, los parámetros son otros: la vida oculta consagrada a la oración, el sentido de “una figura que continúa la función de intercesión es muy importante, decisiva, en la iglesia”, ha dicho el cardenal Gianfranco Ravasi, refiriéndose al papa emérito. No estamos en la misma onda. Pero ayuda ver ambas.

 

“No se va cuando algunos se lo pedían, en 2012 o 2013, sino cuando él ha decidido, ya recuperado de su operación de cadera en plena actividad con múltiples viajes oficiales. El Rey ha decidido abdicar para dejar paso a su hijo, que será Felipe VI. «Una nueva generación reclama el papel protagonista para afrontar con renovada intensidad los desafíos», explicó el Monarca, en un claro mensaje de cambio de ciclo”. Es evidente, que en este caso, y es la filosofía imperante, la imagen es sumamente valorada. Hoy todo está orientado a la obtención de resultados y a la funcionalidad. El hombre político debe transmitir un empuje juvenil para ser electo; las modernas profesiones de negocios presuponen una buena forma física. Es curioso cómo, precisamente en una sociedad que se hace vieja a ojos vista, – como la europea -,  sigue creciendo el culto a la juventud. La enfermedad, la vejez deben quedar ocultas lo más posible. Debemos relegarlas. Sin embargo, también la edad tiene un mensaje propio, el sufrimiento tiene una dignidad propia y, según la fe cristiana, una fuerza salvífica propia.

 

Don de Dios al hombre, la Sabiduría es realidad compleja y enigmática, pero se puede decir que es, fundamentalmente, el arte del discernimiento para distinguir lo útil de lo inútil, lo que tiene importancia de lo que carece de ella, para  hacer resaltar, en definitiva, lo que favorece la vida o por el contrario, lo que lleva a la muerte. Este esfuerzo de discernimiento se aplica a todos los campos de la realidad, tanto al mundo circundante como a las llagas de la miseria humana, todo esto se coloca en perspectiva religiosa. El orden del cosmos creado por Dios es un reflejo de la sabiduría divina que ilumina todos los sectores de nuestra vida. En la vida del hombre deben existir el orden y armonía del cosmos. En la Biblia solo se conocen dos categorías de hombres: el sabio, es decir, el que teme a Dios y sigue sus caminos, y el necio, cuyos caminos acaban por perderlo; será como la paja barrida por el viento.

 

El tiempo ha de ser una lenta maduración. Hay quienes maduran jóvenes y quienes no alcanzan la madurez ni con el paso del tiempo. “Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol”, se expresa con realismo, y una buena dosis de pesimismo, el texto bíblico. Pero la verdad es que todo tiene su tiempo y hay un momento en que el tiempo ha madurado. Es el momento de actuar: «tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar;  tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de despedirse; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar». (Ecl 3,1ss).  Tiempo de bienvenidas y adioses. De besamanos y soledad. Y ante semejantes oposiciones, ante una dialéctica tan contundente, la pregunta suena como una campanada: «¿qué saca el hombre de sus fatigas que lo fatigan bajo el sol? No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá. Nada hay nuevo bajo el sol». El texto, lejano de nosotros unos 22 siglos, revela una crisis de la Sabiduría. Se trata de una crítica interna a la misma Sabiduría. Pero no la invalida, al contrario, como toda crítica cuando es honesta, sólo purifica, hace más sólido, ensancha los horizontes. El beneficiario es el hombre que se aprovecha de ella, que la busca hasta encontrarla, y cuando la encuentra, ha encontrado el tesoro más grande jamás imaginado.  El tiempo conoce también su plenitud, su pléroma.

 

Se trata de un don divino. De suyo, el hombre suele aferrarse a las cosas y de manera muy especial, al poder, porque no cree en Dios, cree en él y el miedo lo domina. Lo podemos ver en el afán de perpetuarse en el poder en Nicaragua, los países bolivarianos, en Cuba o Corea del Norte, incluso mediante dinastía artificial y despótica.  Una renuncia como la de D. Juan Carlos solo tiene un antecedente: Carlos V que decide abdicar a favor de su hijo Felipe   y retirarse al monasterio de Yuste para prepararse a bien morir, – lo mejor que puede hacerse llegado el momento -,  y enfrentar el juicio definitivo de Dios, después.  Entenderlo así, es el colmo de la Sabiduría, es tanto como aceptar el don de Dios. Siempre he creído que la vejez es un don de Dios para este fin. Triste cosa es que lleguemos sin conciencia de ello. “! Que tiene la vejez horas tan bellas/ como tiene la tarde sus celajes/ como tiene la noche sus estrellas!”.

 

Don Juan Carlos, a los 76 cumplidos, comunicó al presidente del Gobierno  y al jefe de la oposición su intención de abdicar. Sabia virtud de conocer el tiempo y la forma. “Don Juan Carlos, según fuentes de la Casa del Rey, tomó la decisión de abdicar el 5 enero, el día de su 76 cumpleaños. Se lo comunicó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el 31 de marzo y a Alfredo Pérez Rubalcaba tres días después. Pero el secreto se mantuvo y esperó hasta hoy para anunciarlo definitivamente porque quería dejar pasar las elecciones europeas del pasado 25 de mayo para no entorpecer el debate electoral. Antes de comunicar su decisión a los ciudadanos, el Rey ha llamado a los presidentes del Congreso, Jesús Posada, y el Senado, Pío García Escudero; a los representantes de los grupos políticos en la Cámara, así como a los presidentes de Cataluña, Artur Mas; Andalucía, Susana Díaz, y Euskadi, Iñigo Urkullu”. Eso es cuidar los flancos, no dejar hilos sueltos. Es pensar las cosas y decidir en conciencia lo que es mejor para el país. Con acierto alguien ha titulado un artículo “El último gran servicio a la democracia”, refiriéndose a la abdicación del rey.

 

Las cosas hay que hacerlas con normalidad ateniéndose a la ley; la ley es el cauce que evita problemas que pueden pasar a mayores.  El Rey, emocionado, dio las gracias a los españoles, reivindicó su reinado —“vuelvo atrás la mirada y siento orgullo y gratitud hacia vosotros. Habéis hecho de mi reinado un largo periodo de paz, prosperidad y progreso”— los motivos, entre otros, para abdicar, están en la necesidad de un  relevo generacional. “He querido ser Rey de todos los españoles. La larga crisis económica ha dejado profundas cicatrices en la sociedad pero también abre un camino de esperanza. Todo ha despertado un impulso de renovación, de corregir errores. Una nueva generación reclama el papel protagonista, el mismo que correspondió a la mía. Merece pasar a la primera línea una generación más joven, que afronte con renovada intensidad los desafíos”, dijo en su mensaje.  “Mi hijo Felipe encarna la estabilidad, seña de identidad de la institución monárquica”, aseguró.

 

¿Pragmatismo político? ¿Graciosa huida? Ambas exigen la sabia virtud de conocer el tiempo, amar a tiempo y correr a tiempo. El rey ha abdicado, ¡Viva el rey! Ahora la pelota está en el tejado de Felipe VI y de los ¡políticos! Dios guarde a España. No se puede olvidar que el imperio español se desmoronó en manos de los Borbones. Con daños incalculables, los borbones expulsaron a los jesuitas de todos sus reinos. El fatídico Fernando VII destrozó la América Española. Pero son otros los tiempos. La instituciones son más sólidas Supongo que decisiones de esta naturaleza son siempre sorprendentes; requieren sigilo, prudencia y un cierto grado de cálculo oculto. Pero después del shock inicial, la cuestión nos proyecta varias preguntas y muchas incertidumbres que no se han planteado con las abdicaciones de otros monarcas europeos. Es necesario reconocer que hoy en día, afirmado el sistema democrático, las instituciones se legitiman por la expresión dentro de la ley de los ciudadanos y por su utilidad, ha escrito Nicolás Redondo. Pero hay que conocer el tiempo, saber leer los signos del tiempo.

 

Para todo hay tiempo; matar el tiempo, perder el tiempo o estar a destiempo.

 

 

 

«Canta. Es tiempo. Haremos danzar

al fino verso de rítmicos pies.

Ya nos lo dijo el Eclesiastés:

Tiempo hay de todo …

(R. Darío).

 

Tiempo de nacer y tiempo de morir. Pueden darse, y de hecho se dan, actitudes contradictorias ante la realidad cambiante de la existencia del hombre, acotada por estos dos límites infranqueables: la vida y la muerte.  Depende en gran parte del punto de mira que se escoja: no es lo mismo analizar el hecho de la existencia desde el punto de vista de la vida que surge y se recibe, que desde el punto de vista de la muerte que frustra todo proyecto, porque aniquila de un soplo la misma existencia. Siempre se alza ante nosotros el frío muro del ocaso de la vida. Pero el creyente rezará siempre con el salmo: «Mi tiempo está en tus manos» (31,16), el tiempo de nacer y el tiempo de morir. De aquí brota la última y definitiva  confianza.

 

Y, después de todo, ¿por qué no terminamos recordando las “letrillas” de Góngora, que bien nos iluminan:

 

Traten otros del gobierno

Del mundo y sus monarquías,

Mientras gobierne mis días

Mantequillas y pan tierno,

Y en las mañanas de invierno

Naranjada y aguardiente.

Y ríase la gente…

 

Cuando cubra las montañas

de blanca nieve el Enero,

tenga yo lleno el bracero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del rey que rabió me cuente

y ríase la gente

 

Norabuena, pues, que España tiene genio. Y tiene historia. Ahí están su tesoro y su futuro. No habrá Misa, no es bien visto ahora. Pero el relevo será el  19, Jueves de Corpus, fiesta nacional en España. Una parte de España bien vale un Jueves de Corpus.