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La Revolución Mexicana se hace vieja; más de 100 años.  Ya no existen los discursos que la encomiaban al extremo de convertirla en la revolución más cantada y celebrada y a la que más discursos se le dedicaban al año. Grandes hombres se dieron en aquel tiempo, todos venidos del s. XIX. Uno de ellos ….

“Estamos en plena efervescencia; somos constitucionalistas. Hay muchos, hay muchísimos constitucionalistas, y no falta quien se deje romper la crisma y esté dispuesto a romperla a su vez para defender un libraco que tiene por título: «Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos». 

Este libraco fue promulgado el 5 de febrero de ( ). Para su promulgación corrió a torrentes la sangre del proletariado mexicano y a torrentes siguió corriendo como resultado de la misma promulgación. Centenares de miles de vidas de trabajadores costó al pueblo mexicano la adquisición de ese libraco y, ¡oh ironía!, no fueron los trabajadores beneficiados con él; los beneficiados fueron sus verdugos, el capital, la autoridad y el clero. (¿?).

Ese resultado no es de ninguna manera asombroso. Si la constitución de ( ) no benefició a la clase trabajadora, eso se debió a que el tal libraco no fue escrito para emancipar a la clase trabajadora, sino para legalizar el robo cometido por la clase patronal y robustecer la autoridad. 

Naturalmente que los jefes animaron a los proletarios a tomar las armas para tener una constitución diciéndoles que la constitución los iba a hacer libres y felices, y los proletarios lucharon como buenos para…. remachar sus cadenas pues con su triunfo quedó legalizado el principio de la propiedad individual que es la base de todas las tiranías, de todas las explotaciones, de todas las imposiciones”. 

El autor de estas palabras hubo de dar un golpe de timón cuando se topa con la figura de B. Juárez. Dice: “Después del triunfo de la constitución, triunfo amenazado de muerte por la resistencia de los conservadores y de las potencias extranjeras, pudo consolidarse el gobierno democrático de Juárez, el notable gobernante, notable porque él fue la encarnación de la buena fe y de las intenciones sanas, pues pocos hombres como Juárez habrán escalado el poder con el corazón todo abierto para lo que significa libertad y bienestar del pueblo, y, a pesar de todas sus buenas intenciones, la clase trabajadora mexicana sufrió hambre, escasez, miseria y esclavitud bajo el gobierno de ese hombre excepcional y al amparo de la flamante constitución política”. R. Flores Magón concluía fragoroso “¡Muera la Constitución!”. (cf. “Regeneración”, No. 178 del 28 de febrero de 1914) “Si peleáis por ganar el voto, seréis como dice Mirabeau, más estúpidos que las reses, porque siquiera esos dignos animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos”, concluye el célebre anarquista.    

Cuando un presidente debía tomar posesión, hubo fuerte oposición de la ‘oposición’’ que dijo asumir el ‘costo político’. Carrancá Rivas dijo entonces: “Y si es en la Cámara de Diputados, Calderón debe decir el juramente respectivo en medio de huevazos, improperios, injurias. Sería catastrófico, un escenario horrible, pero el artículo 87 de la Constitución Política de los E.U M., es terminante”.  Ahora sí que estamos frente a una disyuntiva muy seria, o cumplimos o no cumplimos la Constitución. El juramento, si no estoy mal informado, del presidente, es precisamente ese: cumplir y hacer cumplir la Constitución.  Tal es el cometido de los gobernantes para que los pueblos puedan vivir de una forma civilizada, a no ser que tenga razón Don R. Flores M.   Aunque, en todo caso, habría que preguntarnos si aquello contra lo que se expresaba en forma tan virulenta, don Ricardo, no sería tanto contra la Constitución misma, cuanto, contra el hecho de no cumplir ni hacer cumplir la Constitución.  Él se refería a la Constitución de 1857; cuando él escribía estos discursos sabrosos todavía no existía la Constitución que “nos rige”; ¿o serán válidas también para la del 17? 

¡Dentro de la Ley y el Orden!  

“Compañero: si alguien, quien quiera que él sea, te dice que tu emancipación puede ser alcanzada dentro de la ley y el orden, escúpele el rostro con la seguridad de que habrás castigado a un embustero”, arengaba d. Ricardo. Y continuaba: “Dentro de la ley y el orden puedes ir a la esclavitud, nunca a la libertad.  Es practicando la ilegalidad; es transformando lo que la ley llama orden como se consigue la emancipación.  Ya no puede ser de otra manera; la ley obliga que respetemos las instituciones políticas y sociales que nosotros creemos malas, porque de ellas derivan la pobreza, el crimen y la esclavitud. Si queremos, pues, cambiar estas instituciones políticas y sociales que nos esclavizan por otras que garanticen nuestra libertad y felicidad, tenemos forzosamente que desobedecer el mandato de la ley que nos obliga a respetar las instituciones existentes y esta desobediencia trastorna el orden.  Por esto todo revolucionario sincero, honrado y valiente, debe ser ilegal. Y el revolucionario que proclama respetar la ley y el orden es un farsante”. (ibid. No. 176 del 14 de febrero de 1914). A grado que podemos parafrasear: ‘al diablo las instituciones’. Y tenía para más:

¡Y todo por un trapo!

Pero no se puede ser anarquista al grado de destruir todos los principios, toda forma de convivencia. “Y… ¡ todo por un trapo! Este podía ser título de un sainete de diez centavos la entrada, y es, a la hora presente, el centro de todo un lío internacional.

Unos marinos de guerra americanos, cargaditos de güisqui según yo creo, pusieron la planta en territorio mexicano, en Tampico, dizque para conseguir provisiones.  Los duetistas de Tampico les echaron el guante, y con el rabo entre las piernas fueron llevados a la cárcel. W. Wilson despierta al ruido del mitote y pide una satisfacción a Huerta. Huerta explica el caso y dice que, por equivocación, fueron arrestados esos marinos, prometiendo juzgar conforme a las señoras leyes al oficial que cometió el crimen de llevar a la cárcel a un puñado de mercenarios. Wilson iba a darse por satisfecho con la explicación, cuando los marranos de Wall Street le dan con el codo por las costillas y le dicen: “Ahora es tiempo de que le des el tiro de gracia a Huerta, a favor del chivo de Cuatro Ciénegas” y Wilson se crece, y enronqueciendo un tanto la aflautada voz de maestrillo de escuela, dice a Huerta: “Ahora, ¡Bésame las patas!…digo, ¡Saluda a la bandera americana con veintiún cañonazos o te hago cisco!”  A lo que Huerta, crudo de una tranca de pulque le dice: “! Anda y….muele a tu abuela!”

Los periódicos burgueses llenan planas anunciando la guerra entre México y los Estados Unidos; se hacen cálculos de con cuantos soldados amarillos se dominará México; todos los que tienen interés en que México vuelva a ser presa impotente de todos los buitres; Wilson despacha veintiún barcos de guerra sobre Tampico, y en el aire flotan rumores que anuncian guerra… Según Wilson, el “ultraje” de que fueron víctimas los marinos, debe ser lavado haciendo la guarnición huertista de Tampico un saludo de veintiún cañonazos a la bandera de las barras y las estrellas.

Parece mentira que se gaste energía, talento, tiempo, y dinero en tales pamplinas. Los tiempos que corren son bárbaros, bárbaros. Tanto mitote y…!Todo por un trapo!”  (ibid. No.185 del 18 de abril de 1914)

Dentro de su anarquía, Flores Magón, sentía un profundo amor por su patria; su reconocimiento de Juárez y su reacción ante la amenaza de la intervención norteamericana muestra que no era tan anarquista; que, tal vez sin saberlo, se daba cuenta que hay principios sin los cuales no se puede sostener nada, ni la anarquía, ni la agitación pues ésta tiene un para qué. 

En la colección de escritos de 1914 sobre esa intervención, muestra un decidido reconocimiento de la necesidad de mantener la unidad para salvar a la patria. Luego, aún la anarquía ha de tener un límite, y ningún tipo de anarquía o desorden debe cancelar ciertos conceptos. Don Ricardo era un místico; el sufrimiento de los pobres, las profundas desigualdades, los fusilamientos con muertos a la vista, las injusticias cometidas por los gobernantes, – era cuestión de honor colocar en esta lista “al clero” – provocaron en él esos sentimientos nihilistas que en la prédica se tornaron en invitación a la anarquía. En el fondo se trata de la desesperanza de quien contempla el mal existente y no encuentra ningún apoyo, ni siquiera una posibilidad de salida. Es la desesperación. Y movido por tal sentimiento de derrota total, se puede tomar cualquier camino, hasta el suicidio personal, o provocar la hecatombe. No es el caso de la actual impunidad y desvergüenza.  Flores Magón era honesto en su desesperanza.

La fotografía más conocida de él, lo muestra pensativo, mirando un futuro que tal vez no será; austero, dignificó su vida en la pobreza. Supo de persecuciones y cárceles. Tras su prédica no se escondía la ambición. Sus discursos y escritos tienen la garra de la convicción y la sinceridad. ¡Tanta que ni los “revolucionarios” oficiales de su época lo tuvieron en cuenta! El caminó esos caminos olvidados que se movieron paralelamente a la “revolución”.