#MAYO | Flores a María Niña: día diecisiete: “Gardenia”, poema.
Brillante espejo de bruñida plata
es tu alba frente encantadora y pura,
donde tu alma bendita ·se retrata
pues no hay mancha que empañe su tersura.
Allí se leen los castos pensamientos
que ocuparon tu mente, Madre amada,
y que fueron en todos los momentos
compañeros de tu alma inmaculada.·
Cándido lirio de pureza lleno
del Edén celestial mística rosa,
blanca azucena del jardín ameno
¿ Q_uién te podrá ensalzar, si eres grandiosa?
Si nadie puede ver tu faz divina,
sin quedar mudo, absorto, deslumbrado,
pues tu casta belleza peregrina
a los ángeles mismos ha asombrado.
Si el que miró un destello solamente
de tu poder, de tu grandeza y gloria.
Quedó mudo de asombro, y reverente
se prosternó ante ti, dice la historia.
¿Qué diré en tu loor, oh Reina mía?
diré, que aunque no he visto tus encantos
te admiro, te amo, sin igual María,
Emperatriz del cielo de los santos.
Que tapicen tus hijos tus altares
con pétalos purísimos de flores,
que hoy te ofrezcan gardenias a millares
salpicadas con lágrimas de amores.
Que te alaben, la hermosa primavera,
los sazonados frutos del estío
el otoño y su rica sementera,
y las escarchas del invierno frío.
El océano con toda su grandeza
y sus olas de espuma coronadas,
el firmamento azul con su belleza
y sus hermosas nubes irisadas.
La luna, el sol, y las plantas todas,
a tus plantas estén, su Reina eres,
y rindan homenajes de mil modos
a la pura entre todas las mujeres
A la Niña, sencilla y candorosa
a la humilde doncella encantadora
a la Madre purísima, amorosa
a la Virgen sublime, inmaculada.
Al torrente de luz que desde el cielo
baña al mundo infeliz, y lo ilumina,
y con ese fulgor le da consuelo
al que por sendas ásperas camina.
Todos le cantan a la Virgen Santa
que no tuvo al nacer más que pureza
a la Madre de Dios, que con su planta
quebrantó a la serpiente la cabeza.
Niña divina, Estrella de Judea,
quiero verte en el mundo venerada,
y que en tu imagen milagrosa vea
toda la gloria de que estás rodeada.
Si eres la Inmaculada pequeñita,
la preservada de la culpa y pena,
la que al primer instante fue bendita,
la Niña angelical, de gracia llena.
La escogida por Dios desde ab-Eterno
para vida y salud de los mortales,
la del alma b~lla, y corazón tan tierno
que tiene compasión de nuestros males.
¿Por qué no venerar tu santa infancia,
encantadora, celestial criatura,
y en época feliz de la lactancia
consagrarte nuestra alma y su ternura?
¿No tiene tu niñez prerrogativas
para hacerte acreedora a un culto santo,
si en todo tiempo sin cesar cautivas
y las virtudes son tu dulce encanto?
¿Por qué cuando a algún santo canonizan
cuentan lo extraordinario desde niño,
y sus horas constantes se deslizan,
y no hay interrupción para el cariño.
Y en cambio, tú, que fuiste concebida
sin culpa original, sin mancha alguna,
no tienes en tu infancia bendecida
el culto que tuyo es, desde la cuna?
¿Por qué esperar a la edad, Virgen bendita,
de tu maternidad para ensalzarte?
¿Por qué no hemos de amarte pequeñita,
y en tu cuna dulcísima arrullarte?
¿Por qué sólo a los ángeles del cielo
hemos de conceder tanta ventura,
cuando tus hijos quieren desde el suelo
llevar en brazos a su Niña pura?
Dulce Infantita, tus esclavos tienes
que desde Niña te veneran y aman,
y que no aspiran tener más bienes
que el yugo de tu amor, y ese reclaman.
Se harán pe_queños, velarán tu cuna,
encantadora y virginal María,
y allí los hallará la blanca luna
y la radiante claridad del día.
Y a toda hora, y en todos los momentos,
por tu amor sufrirán, oh Madre amada
pidiendo sólo en permio a sus tormentos,
proclamar que eres tú, la Inmaculada.