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El solo lavado de manos frecuente
disminuye un 85%
la posibilidad de contagio.
Dr. J. Mendoza, CME.

¿Será posible una lectura, desde nuestra fe, del suceso que hoy sume a la humanidad en la incertidumbre, debido covid-19, que se extiende agresivo y al parecer imparable? Ha afectado ya las reuniones litúrgicas de la Iglesia y aumenta la depresión; ¿no habrá una clave de lectura diferente a las consideraciones de OMS oportunas siempre y al pensamiento científico? Preguntémonos más directamente, ¿qué quiere decirnos Dios por medio de estos acontecimientos? La Iglesia ora diciendo que los acontecimientos son otras tantas voces de Dios; entonces, ¿Qué querrá decirnos?

+ Por lo pronto, se han visto afectados todos esos grandes apoyos del hombre posmoderno, sus grandes logros han revelado su insuficiencia: la medicina está desconcertada, luchando, heroica, a brazo partido contra un enemigo huidizo, sutil, escurridizo, que no se deja acorralar y que al cabo de un tiempo desaparecerá del mismo modo que apareció, luego del daño causado. Así ha sucedido en pasado. La economía se derrumba, las bolsas se desploman, el mercado pierde impulso, importantes armadoras suspenden producción, las monedas se deprecian, la movilidad se reduce, las fronteras se cierran, los viajes se suspenden, los políticos se muestran más erráticos. Y por sobre todas las cosas, el miedo hace presa de la humanidad y la desinformación es la regla. A este hombre, tecnófilo, especialista en programación, lo que sucede ¿no le lleva a pensar en la forma irracional de su relación con la naturaleza y consigo mismo? Increíble, pero hasta las injerencias e intereses políticos han dificultado la lucha. (En España, más muertes que en China). Entones, el hombre posmoderno no solo no es más poderoso que el hombre medieval, sino más débil, quebradizo, fácil presa del miedo. Los ídolos se derrumban; cierto, los levantaremos de nuevo y danzaremos en torno a ellos nuevamente. Pero, sobre todo, lo que aflora es nuestro miedo a la muerte y a lo que puede seguirle.

Estupendo, ha escrito Vargas Llosa: “Ese viejo terror no ha desaparecido del todo, pese a los extraordinarios progresos de la civilización. Todo el mundo sabe que, como ocurrió con el SIDA o con el Ébola, el coronavirus será una pandemia pasajera. …

Lo que no pasará es el miedo a la muerte, al más allá, que es lo que anida en el corazón de estos terrores colectivos que son el temor a las pestes. La religión aplaca ese miedo, pero nunca lo extingue, siempre queda, en el fondo de los creyentes, ese malestar que se agiganta a veces y se convierte en pánico, de qué habrá una vez que se cruce ese umbral que separa la vida de lo que hay más allá de ella: ¿la extinción total y para siempre?, … La peste saca de pronto a estas preguntas, que en la vida cotidiana normal están confinadas en las profundidades de la personalidad humana, al momento presente, y todos deben responder a ellas, asumiendo su condición de seres pasajeros. …  El terror a la peste es, simplemente, el miedo a la muerte que nos acompañará siempre como una sombra”. (¿Regreso al Medioevo? El País. 14.03.20)

Que esto se haya recrudecido en el tiempo de Cuaresma, ¿es simple coincidencia? La cuaresma es un tiempo de interiorización espiritual, un momento para frenar nuestra carrera enfebrecida hacia ninguna parte. La Iglesia misma, ¿no se ve constreñida por los acontecimientos a hablar menos y orar más, a guardar silencio y a oír a Dios y dejar que el pueblo oiga a Dios y que ella pase a segundo término? Dios no utiliza el tuit, su comunicación son los acontecimientos. Mediante el covid-19, Dios nos hace entrar en “cuarentena=cuaresma. Jesús invita leer los signos del tiempo y condena  pasividad.

+ En otra clave, Vargas Llosa se ha expresado a la perfección. “Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras. (Chernóbil)… Es bueno que ocurra esto ahora y el mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado siempre que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez esos insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el mercado libre con una dictadura política es un buen modelo para el tercer mundo? No hay tal cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería abrir los ojos de los ciegos”., (ibid). Eso de “abrir los ojos a los ciegos”, es tema litúrgico de este domingo.

Pero no, no se abrirán nuestros ojos; nos esconderemos tras mucho papel de baño, encerrados, esperando que pase la peste y volveremos a lo nuestro, y se cumple lo dicho por el Apocalipsis: “El resto de los que no murieron por estas plagas, tampoco se arrepintieron; no renunciaron a las obras de sus manos, ni dejaron de rendir culto a los demonios, (a los ídolos). No se arrepintieron tampoco de sus homicidios, ni de sus maleficios ni de su lujuria ni de sus robos” (9,20-21). Esta plaga como tal pasará pronto, pero su mensaje no debe olvidarlo el hombre posmoderno.  

+ Pero, “A Dios rogando y con el mazo dando”, decía los abuelos. Daniel Mediavilla (El País18.03.20), ha escrito un muy bien documentado artículo sobre el tema: “La pandemia que todos sabían que iba a llegar y nadie supo parar”, donde denuncia la inexplicable tardanza en la toma de medias. Cito solo un fragmento. Entre otros factores está “la densidad de población, la migración, la relación de esa población con los animales o cuán estrecho es el contacto con ellos”. “También es importante si, como sucede en China y otros países del mundo, el consumo de animales salvajes es parte de su cultura, porque eso incrementa el contacto de las personas con los animales que son reservorios de esos virus”.

Y añade: “China ha prohibido la caza, el comercio y el transporte de animales terrestres salvajes para comérselos. Desde ahora no deberían encontrarse en los mercados, aunque antes también había controles y esos animales se ocultaban en las trastiendas de los puestos donde se venden pollos o patos”. Tales hábitos han de cambiar. He visto reportajes de mercados chinos donde los animales que Ud. elija son sacrificados ahí mismo, donde está los ya sacrificados; es una tremenda contaminación. Hemos visto cómo peces vivos son sacados de un cubo, vaciadas sus entrañas ahí mismo y sabrosamente servidos como un snob culinario para turistas. 

+ La Peste. En La Peste, Albert Camus, (1913 -1960), traza la situación de una era – la nuestra – dominada por la inconciencia y la parálisis moral; la peste ha de entenderse como la enfermedad moral que carcome nuestra cultura, que destruye al hombre completo, a la ciudad, enfermedad que “borra las tablas de valores”. Una generación desencantada hasta la abulia. Imperturbable, sumida en la materialidad vulgar de la vida, ve venir sobre sí las peores calamidades con indiferencia. La peste simboliza, sobre todo, la enfermedad moral de nuestro tiempo, enfermedad que se desarrolla y contagia fatalmente al amparo de la inconciencia.

Junto a la medida aconsejada por el Dr. J. Mendoza, junto a otras medidas como una prudente distancia entre personas y evitar las concentraciones, son las medidas inmediatas e impostergables que todos debemos observar. Los gobiernos salieron tarde y mal. lo hemos visto. El caso es que tales epidemias, ya casi cíclicas y previsibles, nos pillan descuidados.

“Ignaz Semmelweis, o cómo evitar contagios con tres palabras: lavarse las manos”. (Médico húngaro, pionero de la antisepsia).