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La Iglesia, como las demás instituciones, cediendo a la presión cultural ha hecho movible la fiesta del 6 de enero igual que en el calendario cívico se mueven las fiestas patrias lo cual tiene sus consecuencias en cuanto nos desarraigan y no permiten que organicemos nuestra vida entorno a los acontecimientos importantes que tejen nuestra vida religiosa o cívica. Las celebraciones cívicas y religiosas son memoriales, es decir, celebraciones que actualiza lo celebrado.

La liturgia es la organización cristiana del tiempo, pero, si la estamos cambiando por presiones culturales, de alguna manera perdemos algo muy importante en nuestra cultura de por sí desacralizada. Así lo hemos visto los domingos pasados en que, atiborrando las fiestas de ciclo navideño en 3 días, no pudimos digerirlas y el resto queda vacío. Nuestra gente de todos modos ha comido la rosca de Reyes el día 6. La institución se desvincula del pueblo. 

La fiesta del 6 de enero pertenece a liturgia oriental que celebra con ella la manifestación a todos los pueblos, simbolizados en los reyes venidos de Oriente, de Cristo y se supera el exclusivismo judío y se revela la voluntad divina de salvación universal.  

El episodio que domina esta fiesta es el relato de San Mateo (2,1-15) que consta de 2 partes, una, la llegada de los Reyes Magos a Jerusalén, causa de sobresalto, preocupación y miedo para Herodes y toda Jerusalén con él, o sea, el centro del poder religioso y político tiembla; y otra que culmina con el asesinato de los Santos Inocentes. ¿Cuál es el mensaje de este relato? El “mensaje” viene envuelto en un ropaje literario bellísimo que ha cautivado la imaginación y el arte humanos. Tal vez la intención del autor sea lo dicho por Isaías: «Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora» (60,3), profecía que se cumplen en el Niño que nace en Belén.  Obra maestra de la narrativa bíblica. El mensaje podemos dividirlo así: 

a.- el mensaje doctrinal. Este lo resume hermosamente BXVI: “De la consideración de este misterio nos queda una idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representa únicamente a las personas que han encontrado ya el camino que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro con Cristo». S. León Magno, papa, (431-460) lo comenta así: “Que todas las naciones, en la persona de los Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no sólo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel”.

b.- los Magos. La escritura habla de magos; nada dice del número, menos de los nombres. Y los magos hacen magia y están muy relacionados con la astrología. En el mundo griego eran llamados brujos. Yo tengo una tesis, sin duda arbitraria. Gregorio Nacianceno (329-390):  dice que, en el momento mismo en que los Magos se postraron ante Jesús, la astrología había llegado a su fin, porque desde aquel momento las estrellas se moverían en la órbita establecida por Cristo”. En el mundo antiguo los cuerpos celestes eran considerados como poderes divinos que decidían el destino de los hombres. Los planetas tienen nombres de divinidades. Según la opinión de entonces, dominaban de alguna manera al mundo y el hombre debía tratar de avenirse con estos poderes impersonales. La fe en el Dios bíblico realiza muy pronto una desmitificación al llamar con gran sobriedad al sol y a la luna – las grandes divinidades del mundo pagano – «lumbreras» que Dios puso en la bóveda celeste. (cf. Gn. 1,16s). Y a las constelaciones las llama “sus ejércitos”. “Conoce a todas las estrellas y las llama por su nombre”, (Sal 147,4).

Al entrar en el mundo pagano, el cristianismo debía abordar la cuestión de las divinidades astrales. Pablo insiste con vehemencia en que Cristo resucitado ha vencido todo principado y poder del aire, domina a los ángeles (demiurgos, daimones) y todo el universo. También la estrella que guía a los Magos está en esta línea: no es la estrella la que determina el destino del Niño, sino el Niño quien guía la estrella. 

Al irrumpir el cristianismo en el mundo mediterráneo, la magia dominaba todo el espectro religioso. Estas religiones procedían de Frigia, Siria, Egipto y Persia, las más importantes son las siguientes: a) el culto a la “gran diosa madre” frigia, Cibeles, y su favorito, Attis. b) el culto sirio de Adonis y Atargatis. c) el culto egipcio de Isis y Osiris. d) y el culto irano-persa de Mitra, llamado también Zoroastro o Zaratustra. Éste fue el más poderoso enemigo de cristianismo. Sus características son una severidad viril y un ascetismo castrense, no tenía pareja. Formando parte de la religión de Ahura y Mazda, tenía a su servicio un grupo de sacerdotes, muy respetados, de «Magos», que al formar un sistema doctrinal severo y cerrado es, de todas las religiones paganas, la que más se acerca al monoteísmo judío y cristiano. Se trataba de gentes que buscaban seriamente a Dios, que creían que los designios divinos se manifiestan a través de las estrellas y cuyos descendientes podemos encontrarlos, en la hora crucial de la humanidad, según San Mateo, en el portal de Belén. Intentar otras explicaciones astronómicas infinitas, resulta ocioso. 

Por otra parte, la condena bíblica sobre la brujería, sortilegios, astrologías y cosas de esas es absoluta; abiertamente se condena ese intento porque la fe bíblica nos dice que la suerte, el destino y la vida del hombre están solo en las manos de Dios, Padre nuestro, y no sometidas a poderes astrales o demoniacos anónimos. Puede leerse el estrujante oráculo de humillación contra Babilonia y sus magos y la desgracia con la que es amenazada (ver Is. 47,1-15). Así, pues, el nacimiento del Cristo señala el fin de esas creencias. Cierto, la magia ha acompañado siempre frente al cristianismo. 

c.- por último, es muy importante la figura de Herodes; el poder político absoluto, unipersonal, y todo el sistema religioso vigente se estremecen por la noticia de esos extranjeros que han venido, guiados por una estrella misteriosa, buscando «al rey de los judíos que acaba de nacer». 

Herodes es un político y modelo de políticos. Su reacción inmediata es el miedo, la inquietud y pasa a la acción. Llama a la religión oficial, que está a su servicio, para investigar el lugar del nacimiento de ese “rey”. Belén, es la respuesta, que para algo sirve la ciencia bíblica. Luego “en secreto” llama a los Magos para mayores informes; todo en tono conciliador. “Luego los mandó a Belén encargándoles: averigüen todo lo que haya acerca de ese niño y cuando lo encuentren avísenme para ir yo también a adorarlo”. Mateo nos trasmite esta escena de exquisita perversidad política. La política es el reino de la mentira, de lo provisorio, o puede serlo. Los poderosos siempre tienen miedo, lo vemos en el tren de Hitler, o el búnker que fue su tumba y en el número de guaruras que usan nuestras mínimas autoridades.

La trampa estaba tendida; todo estaba preparado para terminar con ese rey recién nacido. Uno nunca sabe. Los Magos se dirigen a Belén y ya conocemos el relato: se postran para adorarlo y le ofrecen sus dones. La ciencia y la religión se inclinan ante el recién nacido en el portal de Belén. Pero Dios interviene para frustrar los planes que los hombres hacen en su contra, y en sueños aconseja a los Magos que regresen a su país por otro camino, que no vuelvan a Herodes. Por el momento la intención homicida de Herodes se frustra.

La reacción es brutal; enfurecido, ordena asesinar a todos los niños en Belén y sus alrededores, y para estar más seguro, de 2 años para abajo. Herodes no hizo ninguna consulta, no creyó en la sabiduría del pueblo y actuó como lo que era, un político sagaz cruel y sanguinario de lo que nos da testimonio la historia. El Emperador decía que era mejor ser de los cerdos de Herodes que ser uno de sus hijos. También se llevó por delante a sus hijos para evitar la división del Reino. Esto es algo que de una u otra manera se repite a lo largo de la historia, el hombre embrutecido por la sed de poder y a la postre dominado por el miedo de perderlo.

Ha sido San Agustín quién me ha dado la clave de lectura de este episodio estupendo. Dice: “Herodes asesinó a los niños de Belén no por odio, sino por miedo”. Es inagotable la profundidad de esta frase. Mal consejero, el miedo.

Lo que no puede arriesgarse es el poder. Con eso no se juega. Es para mí solito. Y ese rey recién nacido puede ser un problema a futuro. Qué mejor que cortarlo en ciernes. Los enemigos, en la cárcel, en el exilio o muertos. Tiempo andando, degolló al Bautista. No necesitaba ocultar el rostro, ni hacer consultas. Bueno, con mucha maña, consultó a los oficiales de la religión y buscó sopear a los Magos.